Page 286 - LOS SISTEMAS DE PARTIDOS EN AMERICA LATINA-CONO SUR Y PAISES ANDINOS- TOMO 2 - FLAVIA FREIDENBERT
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              276               SALVADOR ROMERO BALLIVIáN

              tidos Liberal y Republicano se diluyeron en un ambiente de moviliza-
              ción de masas para el cual no estaban preparados, ningún otro partido
              de la primera generación podía disputarle la orientación del país.
                  Con tal triunfo y la amplitud de las transformaciones, probable-
              mente nada hubiese impedido que se convirtiera en un sistema de
              partido único, pero el MNR se mantuvo en los marcos conceptuales
              de la democracia liberal (Malloy, 1989: 221-222). Cuando impuso el
              sufragio universal, destinándolo para la elección directa de la Presi-
                                 copia
              dencia de la República y convocó a elecciones al cabo de los cuatro
              años de gestión de V. Paz, selló el curso de la revolución. En efecto,
              fundó su legitimidad en la elección menoscabada de 1951 y desdeñó
              fijarla en el triunfo conseguido en las calles. Ancló a la Bolivia revolu-
              cionaria en los principios de la democracia representativa, en los cua-
              les la competencia por el poder se dirime a través de elecciones entre
              partidos independientes los unos de los otros.
                  Al mismo tiempo, por el peso de la tradición, la fuerza de los he-
              chos y su propia vocación de poder, el MNR encaja en la categoría
              de “partido hegemónico pragmático”, un partido que en elecciones de
              competitividad limitada “tiene que ganar de todas formas” (Sartori,
              2005: 288), por el férreo control institucional y las porosas fronteras
              entre la organización y el Estado. Por lo tanto, el debate sobre cómo
              cambiar las estructuras del país, la falla geológica que dio origen a
              la primera generación, no se produjo entre las organizaciones de esa
              primera generación contra los partidarios del antiguo orden, ni entre
              los partidos nuevos: ocurrió en el seno del MNR, cuya filosofía nacio-
              nalista y de alianza de clases se acomodaba a corrientes de izquierda
              como de derecha.
                  Si algunas medidas gozaban de consenso, como la nacionaliza-
              ción de las minas, otras desataron cerradas disputas, como los alcan-
              ces de la reforma agraria, alentada por el ala izquierda, con el apoyo
              de la COB y los cuadros trotskistas del POR y los del PIR prosoviético
              que optaron por el “entrismo” en el partido gubernamental (Möller,
              2001: 40-48). En la efervescencia revolucionaria, el ala derecha quedó
              a la defensiva pero se recuperó con el acercamiento del régimen a los
              Estados Unidos, los correctivos para detener la inflación bajo reco-
              mendaciones del Fondo Monetario Internacional (FMI), el progresivo
              desmantelamiento de las milicias obrero campesinas.
                  Los otros partidos quedaron confinados a un papel secundario.
              El MNR no requería de ninguno para gobernar, no concebía seria-



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