Page 30 - REFORMAS INCLUSIVAS, ACTORES CRITICOS Y REPRESENTACION POLITICA DE LAS MUJERES EN AMERICA LATINA - FLAVIA FREIDENBERT
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Flavia Freidenberg




                    La  ciudadanía  además  no es  estática  ni  inmutable.  El surgimiento
               del Estado moderno vinculó el otorgamiento de la ciudadanía a la
               pertenencia a la identidad nacional e, incluso, reforzó su exclusividad
               al exigir, como requisito para la participación política, cierto estatus
               económico (Freidenberg  y Gilas 2021). Las conceptualizaciones de
               ciudadanía, centradas en la participación en una comunidad política que
               otorga protección al individuo y permite su participación en la vida pública,
                                   copia
               exigiendo a cambio su lealtad hacia el Estado y su comunidad, han sido
               criticadas como euro  y androcéntricas,  y se encuentran actualmente
               desafiadas por los cambios recurrentes generados por diversos fenómenos,
               tales como las migraciones, las convicciones multiculturales  y las
               distinciones entre esfera pública y privada (Mouffe 1999; Kymlicka 1996;
               Pateman 1988).
                    La globalización, las nuevas tecnologías de la información  y las
               ciudadanías cosmopolitas, el creciente pluralismo  y la cada vez mayor
               complejidad de las sociedades contemporáneas exigen que se repiense
               constantemente la noción de ciudadanía. En ese sentido, la revisión
               histórica, que se presenta como urgente, evidencia cómo diversos grupos
       30      han tenido acceso desigual a los derechos de ciudadanía con relación al
               espacio público y el privado (Lois & Alonso 2016). Esa desigualdad, que
               había sido incluso denunciada por John Stuart Mill en su famoso ensayo
               sobre La esclavitud femenina, también se ha evidenciado al explorar lo que
               ocurría en el espacio privado (quién se hacía cargo, cómo, para quién) y
               cómo se discriminaba el acceso de las mujeres al espacio público (Lois y
               Alonso 2016).

                    La posibilidad de acceder  y ejercer la ciudadanía no conoce de
               distinción de géneros (Serret 2016). Dado que las personas que participan
               en el ejercicio de la representación —es decir, los representados  y
               los  representantes—  por  definición,  tienen  un  sexo  y  un  género,  la
               representación no es inmune a estar estructurada por relaciones jerárquicas
               entre hombres y mujeres. La dimensión de género en la representación
               resulta evidente respecto a quiénes representa y a qué representa. Aun así,
               las personas, sin importar su sexo biológico, su orientación o su identidad
               sexual,  tienen  derecho  a ser  consideradas  ciudadanas  y  ciudadanos,  a
               representar y a ser representados. Esta idea tan simple y tan legítima suele
               ser discutida frontalmente o, en su caso, lo que aún es peor, suele ser
               combatida de manera subliminal a través de prejuicios o estereotipos de
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