Page 119 - CUANDO HACER POLITICA TE CUESTA LA VIDA - FLAVIA FREIDENBERT Y GABRIELA DEL VALLE PÉREZ
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DE TECHOS, SUELOS, LABERINTOS Y PRECIPICIOS... 107
Que a las mujeres buenas no les interesa producir dinero ni obtener
poder (porque la ambición es masculina), y que el primer lugar de toda
buena mujer es el mundo privado (y si trabaja, deberá ingeniárselas para
“equilibrar” que su actividad pública no dañe a su familia, pareja o vida
romántica. Es decir, no es el mundo el que debe cambiar en un sentido de
ser más igualitario, sino por el contrario, se espera que la mujer haga mala-
bares para mantener el equilibrio entre actividades y espacios, sin cambiar
el statu quo).
copia
¿Y cuáles son estereotipos de género que con frecuencia enfrentan
las mujeres en la actividad política, tanto cuando hacen campaña como
cuando ejercen un cargo de representación política o tienen un puesto en
el gobierno? Están expuestas a todos los estereotipos mencionados en el
párrafo anterior, sumados a algunos otros específicos reservados para este
ámbito de actividad. Un estereotipo con el que los medios marcan escenarios
desiguales para políticos de distintos géneros es que con asiduidad se
aproximan a las políticas y candidatas desde la concepción estereotipada de
que las mujeres son, ante todo, madres.
De allí que realicen preguntas a las mujeres políticas que no les hacen a
los hombres, vinculadas con el ámbito de
lo privado, referidas a cómo com-
patibilizan la actividad política con el cuidado de sus hijos. Lindante con ese
estereotipo, se encuentra el que ubica el lugar por excelencia de la mujer
en el mundo privado, y que, por lo tanto, naturaliza que los periodistas les
hagan preguntas acerca de cómo hacen para balancear sus roles como polí-
ticas y como amas de casa, su vida de pareja y de familia.
Otro estereotipo relacionado se afirma en la idea de que las mujeres
deben ser generosas y anteponer el bienestar de los demás al propio, estar
pendientes de los otros, en este caso no sólo de sus familias, sino también
ponerse en un segundo plano, ser proveedoras de bienestar y ceder para
atender a las necesidades de sus compañeros de actividad política y por el
bien de su
partido.
Un importante conjunto de derivaciones se desprenden del estereotipo
que liga el liderazgo con atributos considerados masculinos de modo in-
consciente y automático (Schein, 2001; Eagly y Carli, 2007). Por esa razón,
las mujeres reciben menos oportunidades aunque cuenten con credenciales
académicas o trayectorias laborales iguales o mejores a las de sus compe-
tidores hombres, lo que da lugar a efectivas situaciones de discriminación
(Eagly y Carli, 2004).
Se utiliza un doble rasero, ya que se considera que una mujer será una
lideresa exitosa si “piensa como un hombre”, pero a la vez se castiga con
la censura o el aislamiento y la crítica social a las mujeres que se muestran
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