Page 27 - CUANDO HACER POLITICA TE CUESTA LA VIDA - FLAVIA FREIDENBERT Y GABRIELA DEL VALLE PÉREZ
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LA VIOLENCIA POLÍTICA HACIA LAS MUJERES... 13
Mientras las mujeres no desafiaron el poder, nadie cuestionó su idonei-
dad. El problema fue cuando ellas adquirieron poder, se quedaron con las
nominaciones competitivas y accedieron a los cargos que ellos consideraban
que les pertenecían. Esto recuerda que los comportamientos de los políti-
cos resultan clave en la diferenciación estructural entre hombres y mujeres
cuando hacen política, pero también da cuenta de que son las jerarquías
de género las que inciden sobre las instituciones políticas, al dar forma a
prácticas formales e informales que marginalizan a las mujeres (Borner et
copia
al., 2009).
En ese sentido, incluso las líderes que han ingresado a los partidos y a
las instituciones públicas han evidenciado las presiones que reciben para
que se amolden a las normas de comportamiento masculinas, y que los ma-
yores niveles de influencia y poder suelen darse en los “espacios ocultos al
público” (Verge y de la Fuente, 2014: 67). Los partidos continúan siendo, en
este sentido, los principales “cuellos de botella” en el acceso de las mujeres
a las candidaturas (Freidenberg, 2015), y sus prácticas se mantienen exclu-
yentes y antidemocráticas.
Esas organizaciones aún tienen estructuras internas que operan con di-
námicas muy centralizadas, con una figura dominante o un grupo pequeño
de líderes partidistas que controla el acceso y el proceso de toma de deci-
siones (Hinojosa, 2012; Freidenberg, 2017). Esas dirigencias ven normal no
poner mujeres en las candidaturas o, de hacerlo, les parece natural colocar
mujeres ligadas a esos líderes partidistas o intercambiar distritos entre diri-
gentes para poner a candidatas con vínculos de parentesco con los dirigen-
tes hombres, bajo la idea de que las pueden controlar.
Las mujeres han sido moneda de cambio entre grupos internos, e in-
cluso “un premio”, que parecía más un castigo, para quienes perdían en las
internas (algo así como “el que pierde la interna, pone la mujer”). En al-
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gunos países, cuando los hombres políticos no consiguieron que ellas desis-
tieran de participar, comenzaron con desaires pequeños, que parecían ino-
centes y que a nadie les hacía pensar que eso era acoso o violencia política.
Es más, muchas de las mujeres internalizaron esos comportamientos como
normales, y como que suponían el costo natural de hacer política.
o familiar, pues con un miembro de la familia que efectúe los cargos que se requieren (topil,
campanero, mayordomo, entre otros) la familia está representada; y es el hombre, como jefe
de familia, al que le corresponde acudir a las asambleas, votar y ocupar el cargo público en
representación de toda la familia.
23 Hay diversos registros de esta idea en declaraciones de políticos, en países como Mé-
xico (Freidenberg, 2017a) y Argentina (Borner et al., 2009).
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