Page 93 - CUANDO HACER POLITICA TE CUESTA LA VIDA - FLAVIA FREIDENBERT Y GABRIELA DEL VALLE PÉREZ
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80 JENNIFER M. PISCOPO
las oportunidades de participación de las mujeres en política, por un lado,
y las reacciones adversas a su acceso al poder, por el otro, implica que la
VAWIP es una nueva forma de violencia contra las mujeres que se acelera
con la implementación de las leyes de cuota y de la paridad de género. Pero,
al enfocarse exclusivamente en el poder masculino, este enfoque no toma en
contexto más amplio.
cuenta el
En América Latina, muchas comunidades experimentan múltiples for-
mas de violencia. Los legados del terrorismo estatal y del autoritarismo po-
copia
lítico se combinan con el crimen organizado, la delincuencia común y la
impunidad (Arias y Goldstein, 2010; Dammert, 2013; Menjívar, 2011; Rotker
y Goldman, 2002; Schatz, 2011). Aunque las combinaciones exactas y la
gravedad de la inseguridad varían a través del territorio, América Latina
comprende vastas áreas geográficas donde la ciudadanía no está (o no se
siente) segura (Kooning y Kees, 1999; Dammert, 2013). La inseguridad es
tanto histórica como contemporánea, pues forma un mundo donde la vio-
lencia es normalizada y tejida en la fábrica social (Menjívar 2011: 37).
En este contexto, mujeres y varones son víctimas de la violencia, pero de
maneras distintas. En situaciones de criminalidad generalizada, la mayoría
de las víctimas son hombres. Por ejemplo, Molzahn, Ríos y Shirk (2012: 20)
han reportado que para 2011, en México, las mujeres representaban sólo
el 7.3% de los homicidios relacionados con el crimen organizado: en un
día normal, se asesinaba a 47 personas, dos de las cuales eran mujeres y las
restantes, hombres. Las mujeres, en cambio, son más vulnerables a experi-
mentar violencia dentro de la pareja, y la violencia doméstica es la forma
de violencia más común en América Latina (Imbusch et al. 2011: 100). Ade-
más, las profundas desigualdades sociales, económicas y raciales agudizan la
violencia del género: las mujeres tienen más probabilidades que los hombres
de padecer pobreza, discriminación y otras formas difusas de marginación,
y son más vulnerables al abuso y la explotación por parte de actores priva-
dos y agentes del Estado (Walsh y Menjívar, 2016).
Los Estados latinoamericanos generalmente no cuentan con fuerzas po-
liciales y con sistemas judiciales efectivos. Esto da pie a la impunidad, que a
su vez se recrea en un círculo vicioso de abusos y violaciones a los derechos
humanos que no son castigados (Dammert, 2013; Imbusche et al., 2011).
Como muestra de ello, el Instituto Tecnológico de Monterrey ha señalado
que el 98.5% de las actividades ilícitas ocurridas en México no son perse-
guidas (Staudt y Méndez, 2015: 37). La impunidad afecta de manera espe-
cial la violencia contra las mujeres, porque contribuye al bajo número de
denuncias que ellas propician (Staudt y Méndez, 2015; Fregoso y Bejarano,
2009; Musalo et al., 2010).
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