Page 332 - LOS SISTEMAS DE PARTIDOS EN AMERICA LATINA-CONO SUR Y PAISES ANDINOS- TOMO 2 - FLAVIA FREIDENBERT
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322 SALVADOR ROMERO BALLIVIáN
En efecto, el partido se encuentra lejos de tener una estructura
correspondiente a sus niveles de votación, dejando de lado el nido del
trópico cochabambino. Cuando Morales obtuvo el sorpresivo segun-
do lugar en la presidencial de 2002, el partido tenía aproximadamen-
te la misma envergadura que en la presidencial previa y en la muni-
cipal de 1999 cuando apenas rebasó el umbral de 3%. Su siguiente
ascenso, a la mayoría absoluta, se volvió a hacer con una estructura
nacional incipiente y pese a todos los progresos en la organización,
copia
ella permanece frágil y ha consolidado pocos liderazgos, incluso re-
gionales.
Pese a una presencia nacional y el dominio electoral, al MAS se
le dificulta jugar sin Morales. Cierto, en los comicios de 2010 ganó
228 de las 337 alcaldías y seis de las nueve gobernaciones, con aproxi-
madamente la mitad de los sufragios (Carranza, 2014: 329-334). Sin
embargo, en la regional de 2015, su votación en las gobernaciones
decayó a 41.8%, suficiente para duplicar a la siguiente fuerza. En am-
bas ocasiones, y sobre todo en la segunda, probó su fragilidad en las
ciudades pues organizaciones opositoras se impusieron en La Paz, El
Alto, Cochabamba y Santa Cruz, las cuatro ciudades más pobladas.
También en 2015, sufrió un revés cuando el “no” se impuso en los
referendos para los estatutos departamentales en los cinco departa-
mentos donde se realizaron y que constituyen sus bastiones (La Paz,
Oruro, Potosí, Cochabamba y Chuquisaca).
Recuperando la perspectiva histórica comparada, en el juego del
sistema partidario, la ventaja electoral del MAS y el ambiente pola-
rizado distinguen este periodo del previo, en el cual la competencia
centrípeta generaba un abanico amplio de posibles coaliciones guber-
namentales y en el electorado afinidades hacia partidos que postula-
ban programas próximos. Tras las elecciones de 2005, 2009 y 2014,
el MAS no necesitó aliados para gobernar pero tampoco tiene en el
espectro partidario organizaciones cercanas con las cuales le interese
pactar; su electorado carece de partidos que parezcan susceptibles de
aliarse con el MAS. Ocupa completo un polo político.
El otro polo, muy disperso, lo integran partidos y agrupaciones
ciudadanas, frágiles en sus estructuras, poco articulados, eventualmen-
te con liderazgos regionales fuertes pero débiles nacionalmente. Lo
sostiene un voto con escasa identificación partidaria específica, poca
preferencia nítida por algún líder opositor y definido, más bien, por
su rechazo al MAS (cfr. Tiberj, 2007: 287-319). Los intentos de una
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