Page 67 - LOS SISTEMAS DE PARTIDOS EN AMERICA LATINA-CONO SUR Y PAISES ANDINOS- TOMO 2 - FLAVIA FREIDENBERT
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¿TODO SIGUE IGUAL QUE AYER? CONTINUIDAD Y RUPTURA... 53
revisión del pasado. Más tarde se hicieron sentir las posiciones procli-
ves a las políticas de mercado, la reforma del Estado y la desregula-
ción de la economía. A comienzos de la década de 1990, se destaca-
ron las aspiraciones de estabilidad económica y seguridad pública, y
hacia fines de la misma surgieron demandas de transparencia en la
administración pública y de reversión de las políticas neoliberales. En
los últimos quince años resurgieron reclamos de justicia respecto de la
represión durante la dictadura y demandas por una mayor interven-
copia
ción del Estado en la economía. Y a partir de 2007, primero con el
aval de Cristina Fernández de Kirchner y después en su contra, creció
la demanda por mayor calidad institucional.
5. Nivel de institucionalización del vínculo entre electores y partidos
Hace ya casi veinte años Mainwaring y Scully (1995) calificaban al
sistema partidario argentino como de “institucionalizado”, aunque en
menor medida que, por ejemplo, Chile y Uruguay. Tal caracterización
se mantiene, pero la erosión de las raíces de los principales partidos
entre los electores ha provocado un descenso en el grado de estructu-
ración del sistema. La identificación de los votantes con los partidos
ha disminuido, especialmente en los sectores medios, tradicional base
de apoyo de la UCR. En cambio, el reconocimiento en el peronismo
se muestra más resistente, en particular en los sectores más bajos de la
escala social y en los de menor nivel de instrucción. En consecuencia,
la apelación de los partidos a la lealtad partidaria, la invocación a los
orígenes históricos, los símbolos y rituales de la organización son cada
vez menos frecuentes en las campañas electorales.
La emergencia de liderazgos descollantes —como el de Raúl Al-
fonsín entre los radicales y los de Carlos Menem, Néstor Kirchner y
Cristina Fernández en el PJ— ha permitido a ambos partidos aglu-
tinar y movilizar nuevas generaciones de seguidores, cimentando su
vigencia. Si esta identificación con los líderes partidarios es significa-
tiva entre peronistas y radicales, al punto de resultar comunes en la
jerga política los términos “alfonsinismo”, “menemismo” y “kirchne-
rismo”, se torna aún más relevante entre las terceras fuerzas y los par-
tidos provinciales, que en el plano electoral giran casi exclusivamente
en torno a un dirigente o candidato prominente. La gran excepción
al personalismo de los nuevos partidos terminó siendo el PRO, que
surgió en la Ciudad de Buenos Aires luego de la crisis de 2001 pero
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