Page 600 - LA CIENCIA POLÍTICA SOBRE AMÉRICA LATINA - FLAVIA FREIDENBERT
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                              La evaluación y promoción de las Ciencias Sociales en México... 591



            términos de igualdad a la estructura de recursos y reconocimientos.
            Esto ha llevado a que, usualmente, el diseño general de las políticas
            científicas muchas veces implique analizar las maneras en que se pre-
            tende dar presencia, voz y capacidad decisora a los propios integrantes
            de las asociaciones y gremios de especialistas, precisamente en torno
            a los mecanismos rectores de la generación, difusión y evaluación de
            la propia actividad científica (Fuller, 2012; Grande y Pernoff, 2002).
               Desde hace cuatro décadas, México ha emprendido un proceso de
                               copia
            creación de instancias gubernamentales cuya tarea es la de articular
            y orientar el desarrollo científico del país. La existencia del Consejo
            Nacional de Ciencia y Tecnología (conacyt) es quizá el ejemplo más
            representativo de los modelos de agencias públicas que cubren varios
            planos de la organización y gestión científica. Entre sus actividades des-
            tacan: proporcionar becas y fondos para la realización de estudios e in-
            vestigaciones en el extranjero o dentro del país; y facilitar la vinculación
            y el financiamiento a proyectos estratégicos e innovadores entre las uni-
            versidades, las empresas y/o el propio Estado. El conacyt busca, sobre
            todo, generar las pautas conducentes a la valoración y reconocimiento
            del trabajo de las comunidades científicas, a partir de la construcción de
            «sistemas expertos», que den seguimiento a los programas docentes de
            excelencia, a la producción científica y a las publicaciones que surgen
            desde las comunidades de especialistas (Cetto y Alonso, 1999).
               En este sentido, la perspectiva de generar un modelo de educación
            superior que pueda brindar conectividad y accesibilidad al intercambio
            entre los ámbitos de la investigación y docencia, así como una ruta
            hacia la desconcentración del conocimiento más allá de la capital del
            país, a fin de crear redes y grupos nacionales de investigación, ha impli-
            cado una apuesta que muestra la bondad de la propuesta, pero la cual
            sigue teniendo un déficit de implementación e, incluso, resistencias
            en el seno de las propias comunidades científicas (Rojas Bravo, 2005).
               De manera específica, la creación en 1984 del Sistema Nacional
            de Investigadores (sni) fue un hecho muy significativo para generar
            un impulso a dichos esquemas de incentivos que se han venido exten-
            diendo y adoptando bajo modalidades muy diversas. A partir de una





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