Page 50 - LOS SISTEMAS DE PARTIDOS EN AMERICA LATINA-CONO SUR Y PAISES ANDINOS- TOMO 2 - FLAVIA FREIDENBERT
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              Y el efecto concentrador se podría extender a otros aspectos de la
              política nacional, desde el proceso de policy making (por ejemplo, qué
              provincias favorecer en el programa de gobierno para ganar apoyo
              electoral) hasta el procedimiento para la selección de candidatos (qué
              postulantes nominar para captar más votos).
                  Estas  cuatro  provincias  más  populosas  han  constituido  la  base
              electoral de las sucesivas terceras fuerzas políticas nacionales: el Par-
              tido Intransigente, la UCeDé, el MODIN, el FREPASO, Acción por
                                 copia
              la República y PRO. De este modo, la reforma empujó una ligera re-
              configuración del sistema partidario ya que terceras agrupaciones de
              carácter “nacional” (con base electoral de tipo urbano-moderna) des-
              plazan en importancia a los partidos de arraigo “provincial” (con apo-
              yo en sociedades tradicionales). Tras el cambio de reglas, los primeros
              y no los segundos podrían inclinar la balanza en un eventual balotaje.
                  Por último, la elección directa, por los requisitos exigidos para la
              segunda vuelta, abre un abanico de estrategias tanto para los partidos
              y candidatos como para los votantes. El balotaje argentino no estimu-
              la automáticamente una multiplicación de la oferta política (como la
              doble vuelta tradicional), ni fomenta de manera mecánica la confor-
              mación de dos grandes bloques o coaliciones partidarias (como los sis-
              temas a simple pluralidad de votos). Más bien admite un multiparti-
              dismo moderado, donde las oportunidades de la tercera opción están
              limitadas por la capacidad de los partidos mayoritarios de conservar
              sus apoyos electorales y por su propia aptitud para trabar acuerdos
              políticos y de gobierno con éstos. Asimismo, la conducta de los vo-
              tantes puede variar entre emitir un “voto sincero” (aunque no con la
              misma libertad ofrecida por los sistemas de mayoría absoluta) y un
              “voto útil” (pero no tan constreñidos como en los sistemas de mayoría
              relativa) (Castiglioni, 1995).
                  El segundo cambio en las reglas electorales nacionales se introdu-
              jo en el Senado. La cámara federal del Congreso, donde las provin-
              cias poseen representación igualitaria, estuvo integrada entre 1983
              y 1994 por dos representantes por distrito (46 en total hasta 1991 y
              luego 48) designados por las legislaturas provinciales —con la sola
              excepción de la capital federal, donde intervenía un colegio electo-
              ral—. El mandato de los senadores era de nueve años con posibili-
              dad de reelección ilimitada, y la renovación del cuerpo se hacía por
              tercios cada trienio. La reforma de 1994 aumentó a tres la cantidad



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