Page 536 - LOS SISTEMAS DE PARTIDOS EN AMERICA LATINA-CONO SUR Y PAISES ANDINOS- TOMO 2 - FLAVIA FREIDENBERT
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CAMBIOS EN LOS SISTEMAS DE PARTIDOS EN AMÉRICA LATINA... 529
cia, en términos de volatilidad, competitividad, nivel de incer-
tidumbre de los resultados y/o polarización ideológica.
1. Los sistemas de partidos que han cambiado de manera radical
Un primer grupo es aquel donde se ha dado el colapso del sistema
de partidos durante la (re)-instauración democrática (Venezuela, Bo-
copia
livia, Ecuador o Perú), generando nuevos sistemas con características
bastantes diferentes a los sistemas de partidos anteriores, en el marco
de una profunda crisis de representación (Mainwaring et al., 2008) y
dando la oportunidad a la emergencia de políticos outsiders (Carreras,
2012). Este tipo de cambio puede revelar problemas de legitimidad
del régimen de carácter profundo, ya que resulta muy probable que
los electores no hayan rechazado sólo uno o más partidos políticos,
sino al sistema de partidos como tal, a la manera de hacer política o al
modo en que se articulan las relaciones entre Estado y sociedad (Dietz
y Myers, 2002: 6).
Venezuela experimentó no sólo una estructura de oportunidad
para nuevos movimientos y actores políticos sino también para un
nuevo entramado legal. Este nuevo sistema supuso la estructuración
de un nuevo cleavage gobierno-oposición (Cyr, 2012; Hawkins, 2010;
Sagarzazu, en este libro) y la estrategia nacionalizadora del chavismo
y regional de la oposición (Sagarzazu, en este libro). Nuevas agrupa-
ciones surgieron como alternativa al sistema de partidos dominante
pero que, con el paso del tiempo, se fueron convirtiendo en los ac-
tores centrales del nuevo sistema de partidos, incluso transformando
la dinámica de la competencia desde el multipartidismo extremo a
sistemas de partidos predominante (Ecuador o Bolivia) o en otra cosa
diferente, como en Venezuela, con un alto nivel de polarización entre
las élites políticas.
Perú ha llegado a convertirse en un caso único, definido inclu-
so como una “democracia sin partidos” (Levistky y Cameron, 2003;
Conaghan, 2005), donde las agrupaciones no son más que máquinas
electorales con fuertes vínculos personalistas, consideradas “partidos
descartables” (Levitsky y Cameron, 2003: 11), con un electorado ex-
tremadamente volátil (Rubio, en este libro), donde resulta bastante
difícil pensar en un sistema de partidos con competencia estable (Me-
léndez, 2012: 3). Si bien el sistema ha transitado por diversas etapas
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