Page 140 - METODOLOGÍA DE LA INVESTIGACIÓN CUALITATIVA-José Ignacio Ruiz Olabuénaga
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conducta. En segundo lugar, porque no siempre es el mejor camino para
             conseguir información la conformidad total o la disconformidad total con
             las normas del grupo.
                Lo que decimos de la conformidad-inconformidad con las normas de
             comportamiento, puede aplicarse al dilema de identificación neutralidad
             frente a problemas que surgen en toda situación concreta. El mostrar in-
             terés por ellos hasta el punto de convertirse en militante puede resultar
             tan pernicioso como la neutralidad a toda costa que puede ser fácilmente
             interpretada como desdén, desinterés o falta de responsabilidad. Dos
             ventajas adicionales pueden obtenerse adoptando la estrategia de la mar-
             ginalidad. En primer lugar, sólo cuando uno se mantiene al margen de
             las ilusiones o los miedos, y de la aceptación incondicional de las normas
             del grupo, puede empezar a cuestionar ideas, opiniones y conductas que
             se «dan por supuestas» y se «aceptan sin caer en la cuenta». Sólo así se
             pueden descubrir, como hacen los etnometodólogos, las reglas que rigen
             el comportamiento y la filosofía del «sentido común». En segundo lu-
             gar, la marginalidad permite al observador cambiar de opinión, de plan-
             teamientos, de manera de ver las cosas a medida que avanza en la inves-
             tigación y comprueba la necesidad de cambiar, sus convicciones y sus
             hallazgos iniciales. Sólo desde la marginalidad es posible, sin necesidad
             de superar traumas personales ni situaciones sociales embarazosas, la
             oportuna flexibilidad para volver a iniciar la búsqueda de información,
             aplicar una nueva interpretación a los hechos, aceptar un sentido y signi-
             ficado nuevo a los mismos.
                La conciencia de que todo acto de observación implica un proceso de
             interacción social y de que la estrategia de la marginalidad es la ade-
             cuada para obtener el máximo de eficacia en la recogida de información,
             ponen de relieve la conveniencia de controlar adecuadamente los lazos
             de reciprocidad que se establecen entre observador y observados. La
             presencia del observador acarrea un proceso de modificación mutua de la
             conducta. El observador puede aparecer, a los ojos de los observados,
             como una promesa de ventajas, como una garantía de imparcialidad y de
             justicia, como una amenaza al status quo, o como un peligro a situacio-
             nes de privilegio; rara vez su presencia pasa desapercibida y deja de exi-
             gir «acomodaciones» por parte de los demás. El observador, a su vez,
             debe adaptarse a situaciones y personas imprevistas, a cambios en el gru-
             po y en la convivencia misma. Entre observador-observados se impone
             un pacto silencioso de habituación mutua y de reparto nuevo de compe-
             tencias sociales. Recordamos cómo, al hacerse públicas nuestras inten-
             ciones de observar el suicidio contagioso en Herria, los líderes de opi-
             nión, lo mismo que los vecinos normales, experimentaban una ligera
             desazón por el hecho de que sólo nuestro propósito ponía ya «en cuestión

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