Page 253 - LOS SISTEMAS DE PARTIDOS EN AMERICA LATINA-CONO SUR Y PAISES ANDINOS- TOMO 2 - FLAVIA FREIDENBERT
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rompieron el complejo timing electoral establecido por la Constitución
de 1918, unificando todas las elecciones un mismo día cada cuatro
años. Si bien el régimen emergente extremó esfuerzos por otorgar un
marco institucional al proceso iniciado en 1933, los gobiernos surgi-
dos de las urnas en 1934 y 1938 carecieron durante ese lapso de la
legitimidad típica de un sistema poliárquico. Los sectores opositores
(colorados batllistas y nacionalistas independientes) denunciaron sis-
temáticamente la situación de excepción y llamaron a la abstención
copia
electoral.
2. El sistema electoral maduro y la segunda democracia
Aunque el sistema político uruguayo logró en las primeras décadas del
siglo xx un acuerdo inclusivo que permitió la convivencia pacífica de
sus principales actores durante varios años, el sistema resultante no lo-
gró consolidarse y, ante un shock externo y una nueva coyuntura crítica
no fue capaz de alcanzar un nuevo acuerdo sobre reglas que incluyera
al conjunto del sistema. Por el contrario, la respuesta fue la imposición
de un esquema más excluyente que implicó el rechazo de una parte
significativa del espectro político. Así las cosas, el desafío volvió a ser
la búsqueda de un pacto sobre reglas que permitiera recuperar el con-
senso. Pero los sectores dominantes no aceptarían un retorno al esque-
ma anterior que había mostrado serias disfuncionalidades, por lo que
la inclusión de los excluidos debería procesarse a través de un nuevo
paquete que conservara varias de las innovaciones institucionales del
periodo.
El objetivo finalmente se logró a través de un golpe en febrero de
1942 y una nueva reforma constitucional. La necesidad de incorporar
a la oposición de los partidos tradicionales (batllismo neto y naciona-
lismo independiente), unida a la creciente conflictividad del terrismo
con el herrerismo, hizo inevitable el golpe como único mecanismo que
habilitaría la reforma constitucional que requería la transición políti-
ca. Dadas las posiciones clave que el herrerismo ocupaba en el gobier-
no, la normativa que regía en cuanto a la reforma de la Constitución
—que hacía obligatorio su concurso— y su cerrada negativa a pactar
con la oposición, no quedó otro camino que tomar el atajo de un gol-
pe de estado.
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